El Solucionador de problemas

Todos tenemos uno u otro superpoder, y creo que es importante valorarlos, y pensar siempre más en lo que se tiene que en lo que te falta. Por ejemplo, dada su escasez, el sentido común parece cada vez más un superpoder, igual que la honestidad tan poco abundante no solo en los políticos, sino en todos ¿Quien podría asegurar sin miedo que siempre ha dicho la verdad? Yo tenía una amigo que presumía de ello, y precisamente era de lo que más carecía, pues él vivía en un mundo emocional que no existía y se inventaba las reglas por las cuales sus actos o palabras eran verdad, pero no por mucho repetir o querer creer algo lo convertimos en verdad.
Y ese mismo amigo también tenía un superpoder que rivalizaba con el mío, era un poderoso hechicero solucionador de problemas. En este mundo tan lleno de trucos y artilugios, existen soluciones para problemas que incluso no sabemos que tenemos, hay mil procedimientos y modos de hacer las cosas, formas correctas de pelar una naranja o de ayudar a una persona a superar una ruptura, maneras de gestionar tus contraseñas o modos de conservar un amigo, diseños para colocar del mejor modo posible los geles de la ducha o consejos que pueden ayudarte a tener una relación en pareja más enriquecedora y sana. Y en la competición que parecíamos tener por la vida, a menudo él sobresalía técnicamente, al ser muy inteligente y bastante creativo. Pero claro, su invalidez emocional hacía que todo lo que tuviera un poco de corazón o alma fuera para él un enigma indescifrable, en el que se atoraba una y otra vez. Sin embargo para mi era algo más sencillo a la hora de intentar entenderlo, hay cosas en las que hay que aparcar la lógica y dejar que sea el corazón el que ponga el cerebro.
 

 
Hoy me daba cuenta de cuántas cosas resuelvo cada día, en uno de esos días en los que liquidas varios problemas y haces muchas gestiones para resolver otros.
Últimamente he entrado en una sinergia que ha elevado mucho mi actividad diaria. Empezando por esa maravillosa reforma del salón y de mi estudio, y siguiendo por la venta vía Wallapop de todas aquellas cosas que ya no uso o necesito, es increíble lo importantes que son las limpiezas. En el fondo envidio a quienes pueden vivir sólo con una mochila, aunque el equilibrio va más allá de lo físico y material y quizás las maletas más peligrosas sean las emocionales y sentimentales, las incomprensiones y los rencores, la incapacidad de evolucionar o la ausencia de amor.
No hace mucho, me decía una amiga acompañados de un refresco, que yo le había aportado mucho en su proceso de vivir en presente. Me sorprendía tanto, siempre lo ha hecho, el darte cuenta de que puedes cambiar la vida de una persona con tu consejo o apoyo, o el que puedas ser un faro en su día más oscuro, es algo que te cuesta de aceptar y de creer. Me pregunto si los psicólogos que escriben libros que ayudan a decenas de miles de personas se detienen a valorar el peso de su labor, si pueden ver cuánto ayudan a sus lectores.
En mi caso… no sabría decir si he ayudado a 5 o 10 personas, o a muchas más. Alguna vez, algún lector de este blog ha hablado para dejar constancia de ello, aunque nunca hubiera comentado antes, dejándome boquiabierto. Me parece increíble que un consejo mío pueda ser escuchado con cariño y convertido en un cambio importante para alguien. Supongo que estamos acostumbrados a que los consejos entren por un oído y salgan por el otro, y no a que sean madurados y transformados.

Lo primero que aprendes cómo solucionador de problemas es que debes aceptar que no puedes resolverlos todos.
Lo segundo, es que no puedes ayudar a quien no quiere ayudarse.
Lo tercero, que cada cosa tiene su momento y no puedes precipitarlo.
Y lo cuarto, que por muchas normas que creas ver en el mundo, en el fondo, son mentira.

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