No hay perdón cómo el que te debes a ti mismo

A menudo, aquello más importante es lo que tenemos más cerca, lo veamos o no, pues precisamente por la cercanía de lo común dejamos de ver… las gafas que llevamos puestas. Cómo nos sucede con ese fascinante secreto de la felicidad que escondemos dentro y que todos buscamos desesperadamente por el mundo, también escondemos otros pensamientos y secretos. Cómo esa virtud de comprender y de perdonarnos aquellos errores más comunes o extraños, o agradecer la inmensa colección de dichas que atesoramos, aunque no seamos conscientes de ello. Haz el experimento de vendarte un dedo sano durante todo un día. Sentirás cómo echas de menos algo que antes no sentías tener aunque usabas miles de veces cada día, y establecerás una nueva relación con tu dedo (no me seáis guarrillos). Cuando le quites el vendaje, tu dedo creerá poder volar, libre y feliz. No es sencillo, pero podemos valorar las cosas antes de perderlas, y si alguna vez has tenido una lesión habrás vivido lo vulnerables que nos sentimos al no poder caminar, o coger cosas con normalidad, o incorporarnos, o hacer funciones cotidianas… normalmente. Es entonces cuándo valoramos algo que hacemos cientos de veces sin ser conscientes… esa es la palabra clave, consciencia, la eterna lección de la que todos somos aprendices.
Otra lección vital, es el agradecimiento, y cada día lo veo más clave en la vida.
Pero hoy no pensaba en eso, pensaba en lo importante que es saber perdonarse.
Y no hablo de decirte que te perdonas, hablo de hacerlo de verdad.
Si con los demás somos duros, con nosotros somos demoledores.
Nos castigamos por saltarnos la dieta, por los objetivos no cumplidos y por las relaciones rotas, nos castigamos porque siempre hay un «pude hacerlo mejor» o un «lo que podría haber sido«. Si haces algo ¡Disfrútalo!, si eliges un camino piensa que de volver a la encrucijada seguramente cogerías el mismo sendero. Y si has dejado algún objetivo o sueño por cumplir… déjalo ir, y busca uno nuevo más humilde pero igualmente bonito, recuerda que son los viajes lo que enriquece esta vida, y en ellos habita el sabor del zumo que creemos encontraremos en el destino.
Nos castigamos al echar de menos a alguien y no ser capaces de decírselo, pero no elogiamos el valor que supone dejar partir a alguien de tu vida que no te daba el valor que merecías.
Nos castigamos por los amigos perdidos, pero no nos ponemos medallas por aquellos por los que luchamos y que año tras año siguen a nuestro lado completando nuestro mundo.
Nunca olvides que eres el héroe o heroína de tus triunfos, y un aprendiz de tus fracasos, y que lo único que no deberías perdonarte es no levantarte de un tropiezo y quedarte en el suelo llorando… e incluso si elegimos quedarnos llorando, debemos concedernos ese tiempo para ello, déjate llorar hasta quedarte seco, pues a veces el tiempo es necesario como bálsamo para que cojas la fuerza y aprendas lo necesario para levantarte habiéndote curado evolucionando hacia una versión mucho mejor de ti.
Somos maravillosos ¿No lo ves?
Pues es hora de limpiar tus gafas…

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