El buen rollo es contagioso…

Creo que ya sabéis que soy muy mortal, humano, estúpido, a veces me enfado, y sobre todo… con aquellas cosas que son relativas a gente que quiero. Estas navidades mi madre se enfadó un poco conmigo, y yo con ella, lo de contraenfadarse va muy bien para no tener que mirar en el espejo y asumir culpas, aunque también es cierto que todos nos enfadamos con distintas intensidades y por distintas cosas ¿Recordáis cuando en Friends Joey se enfada con Chendler por besar a su chica? A mi me parece desmedido y fuera de lugar (si queréis comentamos otro día). Por ejemplo, este último año he tenido partidas duras en mi vida, y por momentos me han enfadado mucho… porque están en mi corazón, y hay gente que nunca quieres dejar ir, aunque a veces no nos lo reconozcamos. Camuflamos el dolor entre la rabia, y perdemos la perspectiva de que ese dolor… es amor bajo otra forma. En ambos casos me he disculpado, en uno no tuve respuesta que permitiera «estropearlo» con más enfados, en el otro sí… eternos diálogos de dos personas que se quieren y que incapaces de pedir perdón y poner el corazón en la mesa, para negociar sin condiciones, son alfileres perdidos en la hojarasca de uno de estos otoños rojos y ventosos… en fin, qué triste y qué duro es seguir adelante dejando atrás a gente que te gustaría siguieran a tu lado y que creías serían eternos.

Y sin embargo… «caerse está permitido, levantarse es obligatorio«, el agradecimiento es clave en esta vida y me siento muy afortunado de la gente que tengo cerca, soy un privilegiado al tener mi vida llena de criaturas y cosas maravillosas. Este fin de semana pude encadenarlos a muchos de ellos… desde mi querido Neo, y su mujer, con abrazos y calcetines de por medio, a una comida celestial con mi Silver Ángel, nuestra Meiga gallega y mi hadita de los bosques, las tres dándome caña y hablando capciosamente de tíos… pero bueno, no todo va a ser perfecto, mosquis. Y cuándo tienes el corazón lleno a veces se te desborda por los ojos, emocionado por esos regalos que no tiene Amazon en catálogo, y que por supuesto no tienen precio. Gente así consigue que te perdones tus cabezonerías y tus rencores, tus miedos y esos sufrimientos que brotan en forma de rabia pero que nacen del amor por esa gente capaz de dejarte una huella imborrable, unos tras muchos años en tu mundo, otros en tan solo unos meses. ¿Cómo olvidar a quienes tocan tu alma? No hace falta, tan solo debes recordarlos siempre con cariño… al igual que tú lo hicieron lo mejor que pudieron y supieron, y aún así… acabamos en barcos con distinto rumbo. Siempre los querrás, aunque ellos no lo sepan, aunque ellos sí te olviden, aunque hayas pedido perdón y ni tan siquiera te hayan contestado, y solo podrás consolarte con lo aprendido, con el recuerdo de lo vivido y con los graffitis que dejaron en tu corazón.

No esperemos nada a cambio, seamos estúpidamente felices, el buen rollo es contagioso… cómo dijo Leo Pavoni:

«Si quieres marcar la diferencia
y atraer cosas buenas,
empieza por ti.
Piensa en cosas bonitas
y tu corazón se nutrirá de alegrías
que tu carita reflejará
y al mundo contagiarás.»

Tiene algo de Bucay y algo de Gloria Fuertes ¿no?
Hay días, como hoy, en los que las cosas te salen bien, días en los que echas menos de menos y no echas nada de más, y en los que sabes que todo empieza por sonreír y acaba por reírte de la cagada de una gaviota en tu cara si te embobas mirando al cielo o vuelas demasiado alto, el buen rollo es contagioso… ¡extendámoslo por el mundo!
Como dijo Gandhi:

«Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo»

Y aunque he fracasado muchas veces en ser mejor, no dejaré de intentarlo.

Nota: Extendamos el optimismo, no el coronavirus… que vaya telita con la última epidemia.
 
 

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