Mrs. No

Ante todo, es una historia ficticia… eh, que luego la gente se lía. Hoy pensaba en esas personas negativas, y en cómo te sonríen… para arrastrarte con ellas.

— ¡Buenos días! — le dije con mi mejor sonrisa
— No tan buenos — me respondió — la tormenta de verano me ha dejado el coche lleno de mierda, qué asco.
— Bueno mujer, eso le das un manguerazo y queda como nuevo — repliqué, con mi habitual e insoportable tono conciliador.
Me miró entre extrañada y asqueada — Pues nada, ahí lo tienes ¿Cuándo me lo limpias?
— ¡Venga! Vayamos a darle un agua ahora… hay una gasolinera cerca que tiene un buen lavado a presión. — dije jovial, si algo merece una persona amargada es un extra de alegría… si se anima bien, sino, pues peor para ella.
— Deja, deja… ya lo haré yo otro día. — respondió agria.
 
Con lo a gusto que estaba yo en la camita, pero había postpuesto varias veces en las últimas semanas el tomar algo con esta chica, y sigo intentando mejorar en eso de cumplir promesas. Así que cuando me dijo que se acercaba a verme a mi tranquilo pueblo de montaña un Sábado por la mañana, me pareció tan cómodo como sencillo compartir un café con ella.
En la plaza del pueblo hacía una temperatura ideal, aún no había llegado el calor del mediodía y las calles rebosaban el frescor de la noche. Nos encontramos dónde le había sugerido, y sólo llegó diez minutos tarde, no me puedo quejar. Después del comienzo con lo de su coche, continuó la mañana…
 
— Venga, vamos a tomar algo en este bar ¿Qué quieres? ¿Algo de desayunar?. — De nuevo me miró con cara rara, como si en lugar de hacerle una pregunta con cariño me hubiera metido con su difunto abuelo el buscador de oro.
— Tomaré un capuchino con leche de soja y sacarina, yo ya he desayunado en casa. — me respondió. Hablé con el camarero y añadí a la orden un zumo de naranja y un pincho de tortilla para mi. Me senté en la silla, y recliné mi cabeza hacia atrás para que el Sol me diera de pleno en la cara, respiré hondo…
— Venga ¡cuéntame algo! ¿Han estrenado alguna de esas películas frikis tuyas de tíos con pijamas? — dijo con un tono despectivo hacia lo friki que me hizo imaginarla delante del Alien cuando saca la lengua y no es una lengua, es otro alien más chiquitín.
— Pues aún queda para el próximo gran evento, pero esta semana estrenan la cuarta temporada de Narcos en Netflix. — le respondí tranquilo.
— Yo no tengo Netflix, una compañera me dijo de compartir plan, pero hasta cuatro o cinco euros al mes me parece caro… — digo nuevamente burlona. Si fuera una cachonda mental y me estuviera picando, no me importaría, pero no era así, despreciaba todo lo que no fuera con ella.
— No me lo parece… pero para gustos, colores. — dije tranquilo, y justo después añadí — ¡Cuéntame! ¿Cuales son tus pasiones? — probando cambio de tema de emergencia.
— ¿Pasiones? — dijo con su patentada cara de asco
— Ay mujer, sí, quiero decir, tus hobbies ¿a qué dedicas tu tiempo libre? ¿qué cosas te gustan? — dije, algo más serio. Por mensajes parecía maja, y sin embargo ahora era como esas personas que no se aguantan a si mismas. Hay quienes que no se soportan, y luego pretenden que el resto del mundo lo haga, y encima agradecidos por tal honor, es… irónico.
— Pues… mi perra. Tengo una chihuahua, se llama Campanilla, como la de Paris Hilton. — dijo sonriendo por primera vez en toda la mañana. Mi cara debió hablar por si sola, no me había dado tiempo a mandar mi mente a mi lugar feliz, me pilló por sorpresa.
 
Le di un sorbo al zumo de naranja que lo dejé temblando, y decidí que iba a matar del todo ese delicioso pincho de tortilla. Ella se quedó pensativa mientras bebía su café a sonoros sorbos, cosas de la alta suciedad, supongo, y podía ver en su cara un gesto de que algo le había molestado, sentía la acumulación de energía en ella, como cuando Goku hacía la bola esta de energía para cargarse a un malo. El problema es que… ahora para ella el malo era yo, y me apuntaba fijamente.
 
— ¿Qué problema tienes tú con mi perra? — preguntó de repente, asustándome, por unos segundos no me atraganto pues acababa de engullir el último trozo de tortilla, de ser así… qué muerte más tonta.
— Si no tengo el placer de conocerla ¿cómo voy a tener problemas con ella? — contesté
— ¿Ironía? — replicó furiosa
— ¡No! — dije tajante, pero sí, era sarcasmo.
 
Se quedó mirándome un buen rato, como si quisiera atomizarme con la mirada. Estaba claro que no solo no había química, sino todo lo contrario, ella podría ser mi Lex Luthor en caso de existir un Superman gallego, alimentado con percebes y cuya kryptonita sea el petróleo del Prestige o los sobres de Bárcenas. Era muy guapa, pero tenía esa belleza rencorosa y egoísta, y yo estaba cansado de anteriores debates. De haberlo sabido… no habría quedado, pero como en anteriores ocasiones dejé que la belleza me hiciera obviar las dudas que me planteaba mi sexto sentido, y me dije a mi mismo que no debía ser prejuicioso. Ella era de estas personas que se lo comen y se lo guisan todo ellas solas, y luego te culpan a ti si sale mal. Y cuando asumes que hagas lo que hagas para esa persona estará mal, y que siempre vas a ser el culpable, al final todo te da un poco igual.
Yo me limitaba a disfrutar del día y poner mi mejor cara, pero todo le molestaba, nada ofende más a una persona llena de rencor hacia el mundo que sonrías, y eso hacía yo mientras gozaba el calor del Sol en mi cara…
 
— ¡Eres insoportable! ¡Me voy a ir! — dijo amenazante.
— Pues ahí tienes tu coche. — repliqué tranquilo — Saludos a Campanilla.
 
Empezó a recoger sus cosas con cara de odio, yo ni me alteré pues me había hecho cargo de la cuenta al ir al baño. Yo había intentado estar tranquilo, pero no había manera, es tan difícil evitar el conflicto con quien solo busca guerra. Decidí regalarle, eso sí, un instante de esperanza. Y sin saber muy bien qué decir después, dije:
 
— ¡Espera! — se giró y me miró, con esa sonrisa de quien engreído, se cree poseedor de la verdad, y espera tu disculpa.
Entonces añadí: «Por favor, recuerda que debes lavar el coche que lo tienes sucio.»
— ¡Imbécil! — me respondió.
Le sonreí, y de repente… me sentí afortunado, y libre.

 
 
  
 
 
Y esto no tiene que ver con lo de arriba, pero…
 

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