Cruces de caminos

Los propósitos de año nuevo se entremezclan con las realidades en una sopa que los nostálgicos bebemos a sorbos, para no quemarnos… o congelarnos. Cerrar un año dónde has enterrado algunos de los días más felices de tu vida, y a la vez, algunos de los más tristes, no es nada fácil. Esa mezcla de vértigo, fe en el futuro, miedo, coraje y orgullo, también es capaz de crear un caldo venenoso en grandes dosis, y en el cual, si bebes demasiado, puedes acabar por ahogarte.
Y acabas entregándote al amor,a modo de religión… pidiéndole lo mejor para tus seres queridos, agradecido por quienes permanecen en tu vida y queriendo creer que quienes se van, o se irán, lo hacen por un motivo y con un sentido, para iniciar una etapa de sus vidas mejor, lejos de ti… qué dura esa otra lección, «Dejar partir«, qué caprichoso el corazón, qué mortecino, qué cabrón, que nada entiende de cruces de caminos.

Deberíamos celebrar en fechas como estas, que no haya pérdidas de seres que viajen al Valhalla antes de tiempo. Recordemos que algunos seguimos suspensos en la asignatura del agradecimiento, y que no es algo que debamos dejar para Septiembre…
Algunos mantras sobrevuelan mi tejado, «caerse está permitido, levantarse es obligatorio«, y los buenos deseos bailan un tango con la aceptación de las cosas que no podemos cambiar, de esos momentos con sabor a puntos de inflexión en los que se tuerce una amistad que no sabemos enderezar, en los que nos quedamos sin palabras con las qué responder a un elogio, momentos en los que al perder la esperanza de que llegaremos… dejamos de dar los pasos que nos permitirían llegar.
Flechas y carteles luminosos recordándonos que solo existe el Hoy, que lo demás ya fue o quizás será, habitantes del ahora, soñadores del mañana… náufragos sin rumbo, dormilones sin almohada.

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1 respuesta

  1. Luz Hisado dice:

    Bonita reflexión

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