Sigue nadando, sigue nadando

El otro día me vi por tercera vez «The Meg» (o «Megalodon» para los amigos), una película con Statham, tiburones, gags, una chica china encantadora y su simpática hija… solo le faltan algunos besitos, pero la verdad es que lo tiene todo para que sea la clásica película estúpida que veré mil veces. Una de las cosas simpáticas de la película es cuando nuestro Jason encara al tiburón de 15 metros para colocarle un localizador, y entona la famosa frase que Dory nos dejó para el recuerdo «¡Sigue nadando, sigue nadando, nadando, nadando!«. Gran guiño.
Esa frase aplica mucho a la vida, es tan simple como poderosa, nunca dejes de nadar… por jodido que se ponga todo, la primera obligación de un pez… es mantenerse a flote. Y así han sido mis últimas semanas, con un gran viaje de por medio que se merecería una mención aparte. En lugar de soltaros un rollo sobre el viaje, os pondré el vídeo al final, así me ahorro criticar la organización del mismo y algunas cosas que no me gustaron de unos y otros, así como comentar esa fascitis que me tuvo sin poder moverme unos días, y lo mucho que aprendí de ella. Pero a lo que iba, que no quería hablar del viaje, y sí, autocompadecerme un poquito

Los procesos de ave fénix que tenemos algunos no son sencillos, y sobre todo, son dolorosos. En mi caso, esta regeneración que me toca ahora va unida a dejar atrás a alguien, algo que es siempre muy duro, sobre todo cuando no eres capaz de ver la verdadera dimensión de una persona por estar demasiado cerca de ella, quizás tan solo la distancia del tiempo me permita ser honesto sobre la importancia o no de alejarte de alguien, en un sentido bueno o malo. Cada día, al salir al mundo, no te queda otra que creer en en ti y seguir caminando, es algo que siempre he tenido claro. «Por mi y por todos mis compañeros«, como decíamos de niños, y especialmente por la gente que nos quiere, en ellos encuentro yo esa fuerza o necesidad de levantarme cuando la vida me ha tumbado o arrodillado.
Y a veces el mejor regalo que puedes hacer a alguien es dejarlo ir, si vuestra relación es tóxica para ambos, aún no siendo malas personas ninguno de los dos. Como ese cumpleaños que tu agenda te escupe a la cara y que optas por no felicitar, deseando que contribuya a que una herida se cierre para ambos, cicatrizando cuánto antes.

Quizás otro día hable del cambio del mundo, de cómo hay días que me siento un carca por desagradarme cambios sociales como comportamientos o tendencias musicales, los ídolos que tienen algunas personas cuyo éxito no logro comprender, el cinismo del mundo tolerando asesinatos reconocidos públicamente, la política, especialmente la nacional, tan repugnante y carente de esperanza, en estos tiempos en que las extremas derechas se abren paso en todo el mundo, y con ellos el dolor y la intolerancia. Y luego está el espejo, en el que veo cosas que debo cambiar, lecciones que debo aprender antes de poder enseñar algo, pero siempre hay esperanza y sonrisa, oscuridad que da sentido a la luz, y nos hace grises, no por la ausencia de colores, sino por habitar ese espacio que hay entre la oscuridad y la llama.

En cualquier caso, recuerda: Sigue nadando.

Ah, y quiero hacer una mención especial a Carlos Valverde, un lector que el otro día me envió un mensaje precioso que me ha animado mucho, y de todo lo que decía me quedo con «Simplemente quería felicitarte por tu blog, siempre trato de enviar un mensaje de agradecimiento a todos aquellos bloggers cuyos blogs me parecen brillantes, o aportan algo positivo a mi vida«, así que muchísimas gracias, de corazón, por tus palabras. La gratitud es algo que estoy trabajando, y que todos debemos mejorar, y que tú practicas muy bien.
 


 
 

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