Apocalipsis de bolsillo

Desde pequeño, el joven Ethan demostró que nunca había suficientes cosas que aprender, y sí mil campos por descubrir. La gente le aburría y le parecía predecible, pero sin embargo, ciencias como la física o la química, y el mundo de la Tecnología, le parecían pozos interminables de diversión y curiosidad satisfecha. Pese a lo sosas que le parecían los demás humanos, siempre se esmeró en integrarse y tener un trato cordial con todo el mundo y no parecer un bicho raro.
Y así fue creciendo, y aunque no todo el mundo se daba cuenta, era un verdadero genio. Se decantó por la química y la biología como carreras, y disfrutaba de las horas de microscopio y sus diferentes experimentos. También comenzaron a fascinarle los mundos animal y vegetal, amaba todo lo vivo, menos los seres humanos que le seguían pareciendo tan aburridos como capaces de hacer auténticas barbaridades. Se le había quedado grabado un documental sobre cómo miles de tiburones eran asesinados tan solo para arrancarles sus aletas y así hacer sopa, y recordaba como de niño había visto que hacían algo parecido con las focas por arrancarles la piel para hacer abrigos. La capacidad del ser humano de expoliar y destruir sin tener en cuenta nada más allá de su propio interés era algo que le asqueaba hasta extremos que no alcanzaba a explicar.
Siguió en esa dinámica durante un tiempo. El trabajo le encantaba, no tenía más que dos o tres amigos que no le aburrían, y el amor le había dejado bastante tranquilo hasta entonces, y a sus treinta y tres se fraguaba una idea en su cabeza que hacía de hobbie y puzzle mental a la vez, y cuando estaba inactivo dedicaba a ello sus horas. En un mundo digital él llevaba una libreta turquesa dónde hacía dibujos y apuntaba fórmulas, bocetos que tan solo él entendía sobre aquella idea que crecía en su mente como un ser vivo, siendo más una prueba de concepto que algo que quisiera hacer realidad, por sus implicaciones.
 
Pero aquel fatídico día él vio en las noticias cómo una mujer asesinaba a su bebé por no aguantar su lloro, y cómo un grupo de pirómanos se habían puesto de acuerdo para quemar una zona preciosa en la que él había pasado algún verano de niño, disfrutando de sus bosques. Se dirigió al trabajo maldiciendo a la humanidad y su capacidad de hacer cosas tan terribles, y cuando llegó al laboratorio un compañero le pidió un favor. Él era el encargado del almacén de virus y bacterias de la empresa química en la que trabajaban, y quería ir a ver a su hija bailar en el colegio, pero como siempre tenía que haber alguien por lo sensible del lugar, le pidió a Ethan que le cubriera ese día, a lo que accedió sorprendido, pues acababa de abrirse la puerta que él había fantaseado tantas veces con abrir.
En lugar de hacer tareas básicas de mantenimiento o leer el periódico pasando las horas, él sacó su libreta turquesa y analizó sus bocetos. Empezó a recoger diferentes muestras, empezando por una del Virus Marburg, uno muy similar al ébola para el que no hay tratamiento. También cogió un vial de Viruela, y empezó a experimentar con unas variaciones que hicieran que esos virus se propagaran rápidamente por al aire. Se le pasaron las horas volando, estaba disfrutando como nunca, con las precauciones adecuadas pues aquello era tan peligroso. La clave la tuvo una variante de la Influenza, algo parecido a la famosa gripe, y con sus experimentos había conseguido un virus letal, que se propagaba por el aire y que era capaz de sobrevivir a temperaturas de entre -20 y 50 grados. Además, usaba los organismos infectados para multiplicarse a modo de esporas, y sobre todo, lo más importante, la razón principal, tan solo afectaba a humanos.
Durante meses había pensado en aquello, tenía tanto sentido, un virus capaz de librar al planeta de su más letal habitante, permitiendo que todo lo demás siguiera su curso. En unos años, la naturaleza se reequilibraría, y seguiría su evolución una vez erradicada la infección del hombre de su faz, el hombre era el cáncer del planeta, y él lo tenía clarísimo.
Hizo un tubo de ensayo con aquel ingenio al que él llamó «Apocalipsis de bolsillo».
Poco después, sonó una campana y fue consciente de que su jornada había terminado, y orgulloso de lo que había conseguido, se preparó para irse a casa, llevándose consigo aquel vial que era lo más parecido que había tenido a un hijo. Lo miró con amor y se lo guardó en el bolsillo, pasaría su bolsa por rayos X al salir, pero nunca miraban sus bolsillos.
 
Cuando bajaba por la escaleras se cruzó con una mirada cálida, y se quedó embobado con ella, mientras esta le saludaba: «Hola Doctor Hawk, he oído hablar tanto de usted, estoy deseando trabajar en esta empresa para disfrutar de genios como usted, es un honor…» su corazón latía como nunca lo había hecho, y sintió de repente como una ola de luz conquistaba el mundo, después de la tormenta de odio que había vivido estos últimos meses, y aquel día a primera hora recordándole la nula fe en la humanidad que tenía.
Con los nervios de aquel encuentro, su pie buscaba un escalón que no existía y tropezó, cayendo un metro hacia una esquina del descansillo. Al caer, escuchó un ruido de cristal roto en su bolsillo, y cerró los ojos consciente de lo que acababa de pasar.
«Te querré siempre«, le dijo él, y ella se retiró sonrojada sin imaginar que ese siempre era cuestión de días, para todos y cada uno de los que aún habitábamos la tierra aquel día.

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2 Respuestas

  1. Inmaculada Florencio Perea dice:

    Maravilloso. Me pegué un gran susto, pensé que habías cerrado el blog o que lo habías cambiado de nombre y ya no iba a encontrarte…Para entrar en él, puse en
    Google «peor para el sol» como hago siempre y me salió una web con el mismo nombre que la tuya, pero dedicada a Joaquín Sabina y tu web no aparecía por ningún lado… afortunadamente, buscasndo mejor la encontré : )

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