Y Trump hizo que se extinguiera la humanidad

El 14 de Febrero de 2019, un objeto enorme entró en el espacio aéreo español y aparcó en un campo extremeño, preguntando por el representante de la humanidad. La señora Julia llamó al teniente Fresnedillas, quien llamó a su comandante, el Sr. Julián de la Vega, que inmediatamente habló con el más alto rango de la guardia civil, que habló directamente con Mariano «007» Rajoy, el cual, tan locuaz como siempre, pidió que se le comunicara al extraterrestre:
«Que por favor hable con Mr. Donald Trump,
al que yo puedo preshentarle si ashí lo deshea…
»
El alienígena pidió las señas, y la señora Julia le dijo que creía que Guáxingnton, al otro lado del Atlántico, el más grande de los mares, así que el buen extranjero se cogió su nave y se dispuso a cruzar el charco.
 
Allí, la inteligencia más avanzada del mundo, y me refiero a los espías norteamericanos, no a la otra, ya estaba preparada. Esperaron a la nave unos drones programados por un ingeniero ruso posteriormente exiliado en Cuba para trenzar figuras con humo de colores emulando las formas del pelo que llevaba aquella mañana Ivanka. En la entrada de Guáxingnton, suspendido en el aire, un enorme dirigible, que llevaba dos globos aerostáticos con flecos rubios en uno de los extremos del cilindro, cual primer dibujo fálico de un niño de 9 años, pero en el aire.
Unos aviones escoltaron a la nave al jardín de la casa blanca, donde esperaba el jovial gobernante.
 
De la nave bajó un ser humanoide, pequeño y gris, como el clásico arquetipo que dibuja la ciencia ficción. Saludó al presidente con la mano en alto, muy tercer reich, mientras este le decía «Bienvenido, no hace falta que te arrodilles ni nada, quiero parecer cercano.»
El alienígena extrañado miraba curioso a aquella criatura de pelo amarillo. Tan pronto pudo hablar, en un correcto inglés de Cambridge de un curso CCC que encontró en un basurero espacial, le dijo:
«Hola. Yo vengo a hablar del maltrato al que sometéis el planeta y del deterioro del mismo, como representante…» Entonces Trump le interrumpió. «Ah, vaya, creía que eras un marciano y eres otro puto perroflauta con una nave seguramente fabricada por la mierda esa de los chinos. Tienes ese aspecto lamentable porqué seguro que no comes carne. Ahora me vendrás con el calentamiento global y otras mentiras, no tengo tiempo para ti ¡Que se vayan las cámaras!«. Trump le dió un empujón en el hombro y el alienígena se dejó caer al suelo sorprendido, en un gesto muy humano.
El grupo de periodistas se alejó rápidamente de la zona alentados por el presidente: «Dejadlo de lado, es un hippy.»
El buen alienígena cogió su nave y salió del sistema solar en un par de horas aún sorprendido por las extrañas criaturas con las que se había cruzado. En un planeta algo frío se encontró con el comité interestelar de revisión de razas inferiores y su evolución, e informó de que en la tierra no había intención de cuidar el planeta ni de tener una evolución real, ni de plantearse reducir ingresos para incrementar otro tipo de beneficios para su raza, y que la arrogancia y la estupidez gobernaban gran parte del planeta.
Entonces se dio orden a los bioengenieros de que hicieran un virus que acabara con todas las razas del hombre y que convirtiera su materia orgánica en compost ideal para el crecimiento de vida vegetal.
 
Y así fue como Trump consiguió que se extinguiera la humanidad.

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