La más hermosa de las guerras

La luz de la mañana llega con la intención de regalarme el contraste del vello que cubre tu piel desnuda, tan microscópico como mágico y dulce como el azúcar espolvoreado sobre un croissant. Me deleito con tus lunares, tu suavidad, me dejo envolver por tu olor, por el nuestro juntos, cierro los ojos para sentirte mejor y me rodeo de los recuerdos de la noche anterior en que acabamos exhaustos tras hacer el amor varias veces, para luego dormirnos abrazados bajo la sábana.
Contigo soy más presente que nunca, disfruto cada momento como si fuera único, nunca se vuelve a beber del mismo modo tras una inmensa sequía.
Empiezo a deslizar mi mano por tu piel y ni tan siquiera abres los ojos, me pregunto cómo esa caricia puede mezclarse con tus sueños ¿Podrías estar soñando con eso mismo? Lo dudo, pero sea lo que sea lo que dibuja tu cerebro seguro que las caricias y los escalofríos juegan de tu parte, así que me siento tu aliado, tu escudero… tu amante desde otra dimensión lejana, deseando que abras los ojos para que puedas darme lo que necesito desde que despierto cada mañana.
Te niegas a despertarte, no eres consciente de lo dura que es la adicción al agua y el aire que brota de tus labios, y acabas agotando mi paciencia.
No quería recurrir a esto, pero… fundo mi boca con tu piel en ese punto exacto entre tu cuello y tu hombro donde un botón virtual regula tu libido, y lo presiono con la lengua y los dientes siguiendo esa exacta combinación con la que me ha costado tanto dar. Me quedo así unos segundos, deleitándome vicioso, y siento en mis labios cómo se acelera tu respiración, se vuelve más profunda y rápida, y empiezas a moverte.
Abres los ojos lo suficiente para poder comprender en la estrecha rendija de tu mirada, que ya estás ahí, y que has recibido mi mensaje en las praderas oníricas en las que estabas hasta hace unos segundos. Me miras y sonríes perversa, y con eso dices tantas cosas que es mi corazón el que aumenta su ritmo.
Y así empieza la más hermosa de las guerras, con un “Buenos días” de tu voz corrompida por tu excitación, con tu sonrisa pícara y tu labios con sabor a sueño.
Te susurro palabras que te ayuden a despertar como te mereces, y no dejo de morderte con mis labios y recorrer tu piel con la lengua, dejando perfectamente claro, que esta pequeña batalla de hoy pienso ganarla yo.

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