El último día de Guardían

Jamás había dejado de fascinarme la belleza creciente de Elisa cuando dormía. Sus miedos y tensiones diarias se diluían de su expresión como la tierra se desliza por el desagüe cuando estás en la ducha tras un día en el barro.
Su pureza no hacía sino incrementar su perfección, allí hecha un ovillo, tan necesitada de afecto como de coherencia en su mundo, y tan aparentemente incapaz de encontrarlo entre tanto gris, pese a su luz.
Jamás me cansaba de observar las formas de aquel pelo castaño largo y lleno de mechas, o de leer las huellas que las lágrimas habían dejado en su mejilla, o las constelaciones de sus pecas… y los secretos de su piel. Un corazón nacido para latir pleno, una plenitud que el Destino no podía otorgarle dada su afición por completar puzzles y curar animalitos automutilados, su colección de trapecistas sin red y mentiras a medio cocer. Si el blanco era aquel corazón nacido para curar, el negro era el de quienes no se querían dejar sanar y que además no permitían brillar a sus cuidadoras, de las que mi Elisa, era princesa… o reina.
Aquellas horas, desde que empezaban sus sueños, hasta que el sol besaba su mejilla, ella era mía. Alguna vez imaginaba sus pupilas mirándome, como si eso fuera suficiente para que yo pudiera sanarla al darme por completo y sin miedo. Y soñándola feliz incluso alguna lágrima se me escapaba, mi niña que solo quería volar, y se chocaba con los árboles.
Esa era mi última noche junto a ella, yo me evaporaría con el Sol, y al día siguiente, ella dormiría por primera vez con aquel remendador de almas que le había prometido un cielo muy diferente al de todos los que antes le habían hecho promesas, eso creía ella, eso deseaba yo, incluso para los de mi especie, el Universo tiene secretos.
Se requería mi ayuda para proteger otro corazón único, para ser viento o consuelo invisible y en silencio junto a otra persona, y si en aquel momento hubiera podido vivir en un tiempo que no fuera presente, lo habría hecho imaginando un mundo con o sin ella, pues ya no sería más mi responsabilidad ni mi vigilia.
Le dejé la mitad de mi ser en su mejilla, en forma de lágrima.
Cuando despertó, ya se había evaporado.
Jamás supo de mi, ni de que estuve, ni de que me fui.

chica
Amazing picture by: Daniel Santalla (from lifeofpix.com)

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8 Respuestas

  1. Malu dice:

    Precioso y conmovedor

  2. Moona dice:

    ¡Me encanta! Creo que te ha quedado redondo redondísimo :)

    Besos

  3. Eva dice:

    Brillante relato no sólo por lo que cuentas sino por cómo lo cuentas. He notado una evolución en tu manera de escribir respecto a otros relatos tuyos y me ha sorprendido, te felicito!! ;)

    • KATREyuk dice:

      jajaja muchas gracias Evitilla, a ver si la próxima vez que pases por la capital me dejas invitarte a cenar y nos contamos nuestras vidas. Un abrazo

  4. bruma dice:

    Precioso precioso. De corazón.
    Un abrazo grande!!!

  5. Angela dice:

    wow…qué belleza…hay relatos, como este…que definitivamente transportan…gracias! Beso en ese corazón!

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