El cazador de belleza

Había una vez un hombre cuyos años vividos le habían enseñado el dulce aroma de un fotograma, el revelador pensamiento que da lugar a un poema, la belleza que por muchas imágenes o líneas que emplees, parece que jamás será capturada.
Una vez desarrollados gustos, tan solo quedaba sacar su red y capturar en ella esos pequeños fragmentos de perfección, esos trocitos de realidad tan cercanos a un metafórico cielo cristiano, esos extractos de belleza que adornan las páginas de la vida y que le dan sentido a la misma.
Podía deleitarse viendo una imagen durante horas, intentando plasmarla con su cámara, si la llevaba a mano, o sencillamente, contemplándola en silencio. Podía dedicar horas a hilar con palabras líneas que aproximaran un recuerdo, que hicieran posible un sentimiento. Había muchas formas de honrar la belleza, y él pretendía, como podía, descubrir poco a poco algunas de ellas.
Pero un día salió a la calle deseando que un amanecer lo esperara, mas estaba nublado, y no se le ofrecía el espectáculo esperado. Tampoco en el firmamento había formas curiosas que recordar o dibujar a lápiz. Desde algún rincón de su alma, asomó la ansiedad para atormentarlo, y cambió su modo de ver el mundo para que nada fuera tan hermoso como lo recordado, ni nada nuevo digno de ser fotografiado. Sin darse cuenta, olvidó la mirada inocente con la que contemplaba el mundo y se dejó invadir por el alquitrán de una visión oscura, y aunque perseguía la belleza con las mismas ganas de antes, aparecía en ocasiones más contadas, cuando antes eran comunes y cotidianas.
Olvidó que la belleza está en quien la contempla, no en quien la posee, algo que había aprendido sin darse cuenta y había olvidado del mismo modo, y entre esas sombras, siguió buscando la belleza, pero no como cuando era natural para él, tranquilo y en calma, sino de un modo nuevo que contradecía su misma búsqueda, nervioso y con prisas, y de algún modo su corazón se marchitaba y él no comprendía el motivo.
 
Un día de Marzo, caminando por la plaza de un pequeño pueblo de montaña, se fijó en un anciano que sentado a la sombra de un almendro contemplaba emocionado sus flores. Aquella cara diluyó alquitranes y alejó los grises de su alma el tiempo suficiente para poder volver a ver plenamente, por unos minutos.
– ¿Qué mira usted buen hombre? – le preguntó al anciano allí sentado
– La primavera dedicándome una sonrisa – respondió tranquilo el anciano
– Desearía también yo ver esa sonrisa dónde ya solo veo una flor – dijo el hombre apesadumbrado
– Quizás deberías recordar, que respirar es un sentimiento, no una obligación. – respondió, y el anciano le miró y le dedicó una sonrisa. La mirada de aquel hombre atravesaba alquitranes y retinas, iba directa al alma. Decía todo con casi nada, brindaba tantas respuestas como preguntas entregaba, le recordaba a alguien que dejó tras un espejo y que por mucho buscar, no encontraba.
Devolvióle la sonrisa al anciano que junto al almendro se sentaba. Puso la cámara en sus ojos y dónde miraba, fotografiaba. Habiendo perdido la esperanza y su alegría, su amada belleza, fue hallada.
¿Dónde? Os preguntaréis… pues ahí mismo, donde estaba.


Imagen de aquí

«Enamorarse es sentirse encantado por algo, y algo sólo puede encantar si es o parece ser perfección.»
José Ortega y Gasset
 
 
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6 Respuestas

  1. Moona dice:

    ¡Qué bonito, Kike! La belleza está en todas partes. Solo hay que saber mirar :)
    ¡Un beso!

  2. Chua dice:

    Porque hay días que ni apetece levantarse, porque la vida parece siempre más de lo mismo, porque respirar es una obligación, TODO lo sientes como obligación. Pero te levantas, respiras, enciendes el ordenador y ¿el azar? hace que leas un relato maravilloso que te recuerda que la belleza está en quien la contempla !! Gracias

  3. Olga dice:

    Bendita sea la musa que te inspiró para escribir tan bonito
    relato!! Me alegro de tu pronta recuperación! Te envio un
    ramo de sonrisas con los mejores deseos de que tengas una
    semana excelente!!
    Muaa =)*

  4. La mano invisible del mercado siempre se mueve más rápido y mejor en comparación con la pesada mano del gobierno .
    Siempre me toma mucho más el de 3 semanas para preparar un discurso improvisado excelente.

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