Pies y lágrimas

Aquel primer beso se había convertido en sendas golondrinas eléctricas que naciendo de sus columnas paseaban frenéticas por el cuerpo de ambos, haciendo nido en el sitio más adecuado y emocionado por lo sucedido. Había tenido esa magia única que tienen los primeros besos y esa confianza que se tiene cuando besas a alguien que conoces, lo mejor de ambos mundos. Después de aquel instante de duración tan relativa como indeterminada, se abrazaron, encajando perfectamente y cerrando los ojos para que el mundo de los olores pudiera tomar las riendas. Él, se reía por dentro a carcajadas por una felicidad tan plena como ansiada. Ella, contenía un nudo en su garganta donde sostenía las lágrimas acumuladas por el miedo que había tenido de no encontrar aquello en lo que había depositado su fe más ciega, la que llegó a creer equivocada, la que ahora sentía cierta.
 
Otro beso, una sonrisa al unísono, no querer soltarse el uno al otro. El tiempo entre velos, la tarde sin prisas, la noche dónde las estrellas eran ellos. Olvidaron las palabras y aprendieron a mandar emails con sus retinas.
 
Ella le dijo que estaba agotada tras los paseos de aquel día.
Él, le sugirió que se sentiría mejor tras una ducha.
A Ella le pareció una idea genial, y desde que entró en el baño, hasta que salió, no dejó de sonreir.
Él hizo lo mismo, tumbado en el sofá, soñándola, esperándola.
Ella se puso nerviosa cuando al secar su cuerpo desnudo, pensó que él lo vería pronto, quizás aquella misma noche.
Él aprendió que diez minutos eran suficientes para echarla de menos.
Ella se puso una falda vaquera, una camiseta y unas medias, además de la ropa interior.
Él se acercó a ella cuando salió del baño vestida y la abrazó.
Ella se olvidó de secarse el pelo.
Él la besó varias veces en la frente.
Ella movía sus pies doloridos, e incluso se quejó de ellos.
Él tuvo una excusa para abrazarla aún más fuerte.
 
Se tumbaron juntos en la cama, sin más pretensión que disfrutarse con dulzura. Hablaron del día, esta vez con palabras, sonrisas, guiños, caricias naturales y tiernas, dejándose llevar por una brisa que les conducía justo a dónde querían estar, ningún otro momento en el tiempo o el espacio mejor que aquel.
Él volvió a besar aquellos preciosos labios, y luego uno de sus párpados cerrados. Le susurró al oído «¿Confías en mi?«, y el viento le devolvió un transparente «¡Claro!«. Él sonrió y le dijo mirándole a los ojos perverso y travieso «Vale… pues quítate las medias por favor… vengo ahora.»
Ella lo hizo un poco asustada, no por no desearlo, sino por una mezcla de vergüenza y «¿Le gustaré?», por querer ir con calma y disfrutar de aquel momento dulce y lleno de paz, nunca había deseado tanto que algo le saliera bien como aquello. Dejó los miedos en la mesilla junto a sus medias justo cuando él volvía por la puerta con algo en la mano.
Se sentó a los pies de la cama y extendió una toalla en su regazo. Le dedicó una mirada dulce y le dijo: «¿Me prestas tus pies?» y sorprendida, los puso sobre las piernas de él sin saber muy bien qué decir.
Se echó crema en las manos y una vez templada, comenzó a acariciar sus pies para ir convirtiendo las caricias en masaje poco a poco y no hacerle daño. Ella lanzó algunos gemidos ténues de placer, y se dejó llevar disfrutando del momento, y depositando en la mesilla los nervios y vergüenzas que aún le quedaban junto a sus medias y sus miedos.
Transcurridos unos minutos, ella sacó a escena la sonrisa más bonita que él había visto hasta ese momento en toda su vida, tanto estiró su cara con la sonrisa, que se le soltó un poquito el nudo… y se le escaparon dos lágrimas, de las buenas.
Al haberse dejado los miedos en la mesilla, mientras echaba su cabeza a un lado con los ojos cerrados, se le escapó un «Te Quiero» dentro de un suspiro, ni se dio cuenta.
Cuando acabó el masaje, él le respondió…


Image called: «Feet» by Kaitlyn Watson, taken from stockvault.net royalty free gallery.

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Disculpadme la ñoñería… quería escribir algo antes de acabar la semana, pero la inspiración ha estado jugando al escondite… así que me quedé con la necesidad de acabar alguna de las ideas carentes de musas.
En fin, que paséis un fin de semana espectacular.
Un abrazo

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4 Respuestas

  1. una princesa dice:

    sólo te puedo decir que una de las cosas que más me maravilla en este mundo es qeu me toquen los pies. Entiendo perfectamente a la chica, porque si además te duelen de mil demonios, puedes sentir un placer tan grande…. que te abandonas por completo pudiendo perder la consciencia y decir ese tipo de cosas…. aunque se necesita cierta confianza claro. a mi no me los toca cualquiera!!! jajajja

  2. Olga dice:

    Ummm …que delicia masajitos en los pies, muy dulce y placentero:))

  3. Earthblues dice:

    Que relato tan bonito! Ayyys! Estoy segura que ella se ha sentido la mujer más afortunada del mundo y no solo por ese placentero masaje de pies! jajaja

    Un abrazo!

  4. Tegala dice:

    Un masaje en los pies es un gran regalo!! Como reflexóloga podal no dejo que me toque los pies cualquier persona, porque no solo puede saberse de tu estado físico sino también del emocional, es un libro abierto que descubre mucho de ti, si se sabe leer. Pero, cuando me relajo (y eso lo hago a menudo con el mejor masajista, mi chico) me quedo suelo quedar dormida.
    Para mi es un gran gesto de cariño dar un masaje en los pies.
    Bonito relato!! Te perdono la ñoñeria porque yo también soy un poco ñoña, jaja.
    Un abrazo.

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