Tú cinturón de Orión

«…En tus ojos
La luz el calor
En tus ojos
Estoy completo
En tus ojos
Veo el umbral a mil iglesias
En tus ojos
La resolución a todas las búsquedas infructuosas…»

 
Peter Gabriel – In your eyes
 
Todo aquello que él creía saber se había diluido en los océanos del tiempo. La verdad que le había asediado e intuido durante semanas se había puesto de manifiesto en aquel instante. Creía saber algo del amor antes de aquello, pero todo era equivocado. Pasaron por su retina los momentos vividos, fundidos en un fotograma infinito, y aquel velo de la realidad hecho puzzle, parecía por fin completo. Hay un amor, distinto a todos, único, hay una respuesta, escondida y esquiva, hay una verdad que te empapa sin llevarte a la más profunda demencia.
Una mano preciosa con las uñas del color del firmamento asió aquello que él creía eran astros lejanos. Agitó el cielo como si fuera una tela, y de aquellas luces, unas cuantas se cayeron para ser lunares con forma familiar en su mejilla, el mapa de una piel elegida, y la estrella perdida decidió habitar en su sonrisa. Él no quiso creer en señales, pese a la contundencia de aquello, se centró en su corazón, y el alma… sentimiento. La verdad no surge del conocimiento, sino del instante en que el latido de tu corazón se sincroniza con el mundo, y sois uno. No sabes, sientes. No dudas, eres.

Entre los ojos de los titanes se encontraron sus miradas, temerosa e insegura la de ella, fascinada y emocionada la de él. Las gotas multicolor de un universo en fallas se deslizaban por su cabello, y los ángeles en silencio dejaban sus tareas para asomarse expectantes ante tal evento.
Redibujándose el mundo, las pequeñas cosas se erigieron como líderes de la revolución. Cuando una caricia dice más que cien mil palabras, cuando una mano buscando la otra apaga todas las llamas, cuando una mirada es el aleteo de una mariposa que en otro rincón del Universo un transatlántico naufraga.
Demasiados engaños como para creer de aquello algo tan cierto, demasiados miedos como para sentir libres aquel encuentro. Tan solo una verdad, lo que llevamos dentro, hacer de la vida pasillo, y del ansiado sentido y respuesta, ese momento.
Él le decía: «Haz de mi mano camino, de mi piel tu lecho, permíteme ser tu luz de guía, tu destino, tu comienzo.»
Ella sonreía frágil, con un desgarrador torbellino de pensamientos. Incapaz de encontrar palabras, en su idioma, o en el nuestro.
Él relataba promesas, las más sinceras de su corazón abierto, él soñaba despierto, secuestrado por aquel momento, y no había nada más cierto que ella, que sus ojos, que su boca, que aquello.
Ella apacigua los vientos, piensa, siente, coge fuerzas, intenta entender, librarse de redes, huir de espejos ajenos.
Él sólo piensa en la oferta realizada a los dioses de su olimpo, su inmortalidad por una única oportunidad, su vida por su verdad, saltando a una oscuridad dónde solo la mano de las uñas del color del firmamento… le podrían rescatar.

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1 respuesta

  1. Bruma dice:

    Precioso. Me han cautivado un par de joyitas, eso de la «vida pasillo» y las pequeñas cosas como líderes de la revolución.
    Estas creciendo mucho mucho. Enhorabuena. :)

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